Por Pilar (@pilarurgel)
Una vez más solo se dijeron las Pequeñas Cosas, las Grandes Cosas permanecieron dentro sin decirse
Arundhati Roy, «El dios de las pequeñas cosas», 1997

Con un lenguaje cargado de metáforas, Arundhati Roy nos presenta un relato marcado por la desigualdad, el maltrato, la envidia o la injusticia. Cercado por una simbología donde, también, se vislumbra la esperanza, la decisión y el amor.
Roy hace un recorrido mágico y trágico a la vez, en una constante temporalidad, desgranando los recuerdos de dos niños gemelos que se ven acorralados y que, con una sola palabra, cambian el futuro de sus vidas y la de su familia.
«El dios de las pequeñas cosas» nos acerca a esos pequeños matices que son lo que recordamos, obviando lo que se queda dentro, esperando.
Como un juego, saltando entre reiteraciones y con una prosa bella y recargada, nos muestra la necesidad de individualidad, la necesidad de romper la reglas y alejarse de las imposiciones, dejar de ser por una horas «tocables» o «intocables». Todo el libro se reduce a una palabra: «Naaley», mañana.
No es una lectura fácil, en algunos momentos demasiado cruel, pero es un libro que merece la pena leer y releer. Marta (@unmillondepaginas) escogió este libro como lectura sorpresa de enero en el @clubliterario_atreyu, quería sacarnos de nuestra zona relajada y lo ha conseguido. Una lectura que todavía descansa en mi cabeza, un libro así es un buen libro.
